A lo largo de la vida hemos experimentado momentos y situaciones que seguramente nos llevan a reflexionar frente a cómo estamos manejando nuestra vida financiera, debido a que sus resultados no son los más favorables. Pese a estas situaciones y a que en la mayoría de las veces el dinero “se multiplica” milagrosamente, permitiéndonos solventar lo estrictamente necesario, es fundamental que busquemos una estabilidad económica que nos lleve a sobrellevar todo tipo de situación, imprevisto e, incluso, momentos de ocio. No obstante, en un mundo donde existen las promociones, rebajas, 2×1 y descuentos, es complejo llevar la delantera y mantenerse firme ante este tipo de “tentaciones” y, de allí que comencemos a construir hábitos que nos mantienen sin el recurso monetario necesario. En este punto fundamental rescatar que, al hablar de un “hábito” en nuestra vida, nos estamos refiriendo a una conducta o acción que realizamos constantemente y de manera mecánica, es decir, que nos acostumbramos a ella de tal manera que se convierte en parte de nuestros quehaceres, generando en nosotros, además, una costumbre y cero incomodidad.

Es por ello que en esta ocasión ahondaremos en aquellas rutinas que atentan contra nuestra estabilidad económica y que nos llevan a vivir en un constante sube y baja financiero. El primero de ellos se refleja en la acción de adquirir una deuda sin tener el dinero de ese producto o servicio a comprar. Esta acción la podemos ver constantemente en aspectos tan sencillos como pedir por adelantado algo en alguna tienda, hacer pedidos en donde la empresa da una espera para cancelar el valor pendiente. En ocasiones, este tipo de situaciones se dan por la flexibilidad económica que ofrece el vendedor, lo que conlleva a crear un clima de confianza que da paso a comprar, en ocasiones, de manera desmedida, generando múltiples deudas a tu bolsillo. Por eso, si este es tu caso, te invito a que me acompañes hasta el final de este video y juntos conozcamos la solución.
Por otra parte, aparece también el hábito de comprar comida en la calle, en lugar de prepararla en casa. Este es muy frecuente, sobre todo cuando sabemos que tenemos ‘algunos pesitos’ en el bolsillo, allí es cuando nos gana el antojo y como consecuencia, obtenemos un descuadre en el presupuesto que teníamos establecido. Aquí vale la pena recordar alguna de las frases que mencionábamos en nuestro especial del día de las madres, la cual hacía alusión a ese momento específico cuando nuestra mamá nos decía “en la casa hay sopa”. Esa es precisamente la cláusula ahorrativa más sabia que podríamos poner en práctica en esos instantes específicos en donde combatir con la atracción por la comida fuera de casa, se convierte en una misión imposible.

En este punto aparece, además, un término fundamental cuando nos referimos a los gastos. Comprar se conoce como la acción de intercambio en donde yo recibo algo en específico y pago determinado precio por él. Algunos ejemplos de este acto lo vemos en la cotidianidad cuando vamos al mercado o a la tienda más cercana por algo para el almuerzo, por ejemplo, y esto, es algo que hacemos todos los días. Cuando es ese el caso, lo hacemos porque son cosas NECESARIAS, pero muchas veces nos dejamos llevar por aquellas compras innecesarias que nos llevan a adquirir cosas que ya tenemos. Este hábito, por supuesto, insano para nuestra vida financiera, se hace visible cuando por ejemplo, compramos un dispositivo móvil de determinada marca, teniendo uno en buen estado; no obstante esto no solo sucede con los teléfonos, sino también, con cositas pequeñas.
Y hablando de “cositas pequeñas”, en esta ocasión también aparecen nuestros conocidos “gastos hormiga”, quienes indudablemente de manera pausada y minuciosa, atacan nuestro plan financiero hasta desestabilizarlo. Bien sabemos que este tipo de gastos son silenciosos, pues ocurren en momentos de afán o de “debilidad”, por ejemplo, cuando vamos por la calle y compramos algún dulce o bebida, pudiendo aguardar hasta la casa, en donde tenemos aquello que deseamos consumir. Sin duda alguna todos los hábitos mencionados hasta el momento son una constante en nuestro diario vivir y, probablemente, una realidad en nuestra vida que se ha convertido en algo completamente natural. De la mano con estos ejemplos, aparece la ausencia de un ahorro programado, el cual te permita establecer aquellas prioridades económicas que debes tener presente, sin alterar ninguna de ellas.

Siempre que pensamos en hacer crecer nuestras finanzas, debemos tener en cuenta el ahorro como la forma más eficaz de combatir cualquier crisis económica. No se trata de llegar a un extremo de abstinencia en donde no puedas disfrutar de tus ganancias invirtiendo en ocio y demás, sino de generar un equilibrio firme y contundente que te permita, gastar sin desajustar, cumplir con tus obligaciones y hasta tener una reserva de emergencia. Cuando esta regla sea un hecho en tu vida, siéntate por un instante, analiza la situación y continúa con seguridad lo que estás haciendo, pues allí iniciarás el camino al éxito. Ahora bien, hemos hablado de algunos quehaceres rutinarios que nos perjudican económicamente, pero no hemos mencionado aún la forma de combatirlos.
Para ello necesitamos, en primer lugar, establecer objetivos financieros con fechas precisas. Esta primera recomendación será tu polo a tierra cuando pienses en gastar en algo innecesario. Por ejemplo, “tener un ahorro del 70% de tus ganancias, para finales de septiembre”, eso te permitirá plantear estrategias y tácticas en pro de su cumplimiento y, como consecuencia, dará un control más preciso de tu dinero. Otra de las formas de superar estos imprevistos es procurar no tener dinero a la mano. Crear la rutina de utilizar métodos de pago como transferencias, Código QR, o tarjetas (de manera moderada), es una de las múltiples soluciones en contra de hábitos como gastos hormiga o compras innecesarias en donde se es más propenso a “malgastar” el dinero al que puedes acceder fácilmente. Si vas por la calle y de repente te antojas de algo que ves, la probabilidad de comprar, sin tener dinero en efectivo, es mínima, pues implicaría, por ejemplo, ir al cajero más cercano a retirar y, probablemente, eso cambiaría tus planes por completo.
Muchas de esas adquisiciones superfluas se dan por la facilidad que se tiene a la hora de conseguirlas; sin embargo, cuando esta implica un esfuerzo extra se le da espacio a la duda y logramos cuestionarnos si realmente es necesaria o no. Cabe destacar que estas recomendaciones no aplican cuando se trata de una emergencia; no podemos olvidarnos que nuestro bienestar es la prioridad. Por último, debemos aprender a eliminar de nuestro vocabulario la frase “si no puedes contra tu enemigo, únetele”. Aprender a desarrollar en nuestra vida financiera la abstención moderada es un reto, pero depende de ello caer o no en esas “tentaciones” económicas como comprar ropa, aperitivos, aparatos electrónicos, entre otras cosas que no son necesarias en el momento. Estas tres cortas pero contundentes afirmaciones, son las que nos permitirán adquirir un sentido crítico ante este tipo de situaciones y aprender a ver esos pequeños momentos de dificultad como una oportunidad más para, poco a poco, volverse invencible e inmune a las tentaciones económicas que se nos interponen en el camino. Es tu turno para empezar a generar el cambio, y tú, ¿estás listo? Déjame saber en los comentarios, ¿Qué otra forma de combatir estos hábitos malsanos conoces?